CRISTIANISMO OCCIDENTAL, SIMILITUDES CON CULTOS PAGANOS Y CENSURA DEL TEXTO BIBLICO?


 La historia del cristianismo y el relato de la biblia ha sido motivo de discusión durante cientos de años. La Iglesia defiende la actual Biblia como el libro esencial del catolicismo pero existen pruebas de que este libro re escrito y censurado en muchos de sus parrafos por la iglesia pone en el punto de mira la veracidad histórica de lo relatado y confirmado.

En el nuevo testamento curiosamente los textos elegidos no se empezaron a escribir hasta mucho después de la muerte de Jesús, entre el último cuarto del siglo I y primero del II d.C., a excepción de las epístolas de Pablo que fueron dictadas, ya que tenía muy mala visión, entre los años 51 y 63 d.C.

El 79% del Nuevo Testamento proviene de autores que jamás le conocieron. Las incoherencias tremendas que se aprecian resultan más chocantes si tenemos en cuenta que los textos fueron declarados «inspirados» y que fueron seleccionados entre 60 evangelios diferentes. Se descartaron textos de los Apóstoles Tomás, Pedro, Andrés, Tadeo, Bartolomé, Pablo, o Santiago y fueron declarados apócrifos (llamados así al principio los textos ocultos para uso privado, pero con las primeras luchas para lograr el control de la ortodoxia cristiana, apócrifo pasó a designar primero textos de dudosa autenticidad y después, escritos nada recomendables). Si una idea ganaba quedaba establecida como ortodoxa, pero si perdía se convertía en herejía.

Los evangelios seleccionados citan a menudo textos apócrifos y de los primeros padres de la Iglesia, de hecho los textos canónicos de Marcos, Mateo, Lucas y Juan fueron rechazados por los primeros apologistas cristianos hasta San Justino (100-165 d.C.).

Concilio de Nicea (325)


La selección de los textos tuvo lugar en el Concilio de Nicea (325). Se realizó por medio de la «elección milagrosa» y se han conservado cuatro versiones para explicar cómo sucedió:


1- Después de rezar mucho los cuatro textos volaron hasta posarse sobre un altar.

2- Se colocaron todos los textos sobre un altar y los apócrifos cayeron al suelo.

3- Elegidos los cuatro se conminó a Dios para que si hubiera alguna palabra falsa cayeran al suelo, cosa que no pasó.

4- Penetró el Espíritu Santo en forma de paloma y posándose en el hombro de cada obispo les susurró qué evangelios eran los auténticos.


Y eso que hubo una ajustada votación, mayoritaria, que no unánime, para su elección

El Evangelio de Marcos (que ocupa el 7%) es el documento mas antiguo de los canónicos dedicados a la vida de Jesús. Fue escrito por un tal Juan de Jerusalén, de nombre latino Marcus, en el año 75-80 d.C. y el final fue cortado después de Mc 16,8. Ni fue discípulo suyo ni le conoció personalmente, escribió sólo de lo que le oyó relatar públicamente a Pedro.

El Evangelio de Lucas y Los Hechos de los Apóstoles (que ocupa un 23%) del mismo autor, fueron escritos también de oídas y plagiando documentos anteriores de diversas procedencias: del historiador Flavio Josefo, del Antiguo Testamento, de Mateo, de Marcos y de lo que le escucha a Pablo, que fue su compañero. Lo escribió al final del siglo I d.C. en Roma.

Mateo (14%) en realidad se llamaba Leví y era un judío que trabajaba como recaudador de impuestos. Cambió su nombre cuando se hizo apóstol. Parte de su evangelio lo tomó de Marcos (no apóstol), de pasajes proféticos del Antiguo Testamento y de fuentes no judías. Su Evangelio, que encabeza el canon del Nuevo Testamento católico, está muy manipulado y lleno de fantasía y se escribió seguramente entre el 85-90 d.C. en Egipto.

Juan Zebedeo si fue apóstol pero el Evangelio de Juan y el Apocalipsis (20%) fueron escritos por otro Juan, Juan el anciano, un griego cristiano que se basó en textos hebreos y esenios y en los recuerdos de Juan el Sacerdote, identificado como el «discípulo querido» de Jesús. En su casa seguramente se celebró la Ultima Cena, sentándose él a su lado como era costumbre. Fue escrito al final de la primera década del siglo II d.C. en Asia Menor.

Las Epístolas de Pablo (29% del Nuevo Testamento) provienen de otro no testigo y son los documentos cristianos más antiguos que se conservan. Según los expertos en exégesis bíblica, la mitad de las catorce epístolas son falsas y fueron escritas por personas ajenas a Pablo aunque firmadas con su nombre.

Saulo de Tarso, su nombre judío anterior a Pablo, fue un hombre de un talento y una capacidad organizadora indiscutibles y fue llamado el «apóstol de los gentiles». Probablemente pertenecía al partido extremista de los zelotas y fue un fanático perseguidor del cristianismo hasta su «conversión» el 37 d.C., año siguiente a la crucifixión, y producida tras un «exceso de revelaciones» en las que se le señalaba como agente personal del Mesías hasta su regreso.

Saulo era una persona de un carácter muy difícil, depresivo, fanático y paranoide, una salud física muy endeble y con ataques de epilepsia. Iba acompañado de un comportamiento violento y se dice de él que «devastaba la Iglesia y entrando en las casas, arrestaba a los hombres y los hacía encerrar».

Atormentado por sus males físicos y aspecto poco agraciado (feo, calvo, nariz ganchuda, piernas arqueadas, corto de vista y con un defecto en el habla) puso su máxima energía en hacerse reconocer como representante directo de Jesús. Y aunque nunca le conoció ni perteneció al círculo de discípulos, llegó a llamarse él mismo apóstol y a situar su conocimiento «revelado» por encima del de los Apóstoles.

No es de extrañar que fuera un personaje odiado por los primeros representantes de la Iglesia cristiana y cuando fue detenido por los romanos no recibió el menor apoyo o ayuda por parte de las iglesias de Jerusalén o Roma. De hecho la mayoría de las epístolas de Pablo reflejan enfrentamientos con Santiago, Pedro y Juan, que por entonces eran la autoridad central del cristianismo. El primero en hablar de una “inspiración” y de declarar como “santa palabra” los Evangelios y las epístolas de Pablo fue Teófilo de Antioquía, a finales el siglo II.

El Apóstol Pedro sólo escribió el 2% de todos los textos neotestamentarios. Santiago, hermano de Jesús sólo aporta otro ínfimo 1%.


LA HISTORIA

La leyenda mesiánica de Jesús fue conformándose progresivamente recurriendo a la tramposa forma de hacer historia que dejó asentada Orígenes (185-253 d.C.). Según este influyente teólogo del cristianismo primitivo «no es posible cuestionar la veracidad de una tradición aunque sea dudosa o esté apoyada en testimonios insuficientes, cuando ésta supone patentemente el cumplimiento de una profecía».

El pueblo de Israel, desde el final de su cautiverio en el siglo VI a.C. desarrolló una profunda esperanza en el Mesías salvador. Khristós (Cristo) es la traducción o título equivalente a Mashíach (Mesías) empleado por la comunidad judeocristiana pero incomprensible para los griegos. Al expandirse y helenizarse hacia el mundo gentil, Cristo pasó a convertirse en un segundo nombre.

Las fases que llevaron desde el judeo-cristianismo de Jerusalén hasta el catolicismo romano fueron tres: La primera fue de expansión, desde el año 30 hasta el 125 y llevó a la separación entre el judaísmo y el cristianismo.

En la segunda, del 125 al 250, la pequeña secta judeocristiana se fue transformando en una Iglesia relativamente numerosa. Es la época de las herejías, de Orígenes y del nacimiento de la ortodoxia. La Iglesia católica sostiene que desde el comienzo el cristianismo tuvo una ortodoxia, eso es una fe verdadera, y que tuvo que defenderse de múltiples herejías, pero es una afirmación absolutamente falsa. Sólo tras la lucha encarnizada entre decenas de sectas cristianas se llegó, a partir del concilio de Nicea, al triunfo de la herejía católica y la imposición de la ortodoxia que aún defiende la Iglesia actual. El concepto de herejía, que no significa más que “la opinión elegida para sostener algo”, y es generalmente un ideal religioso que se basa en la imposición de una doctrina, de una filosofía, de un dogma, de una fe, que debe ser respetado sin observación alguna por sus creyentes. Quien se revela, se alza o aquel que contradice dichos ideales se dice que practica herejía. en el siglo II fue pervertido por el obispo Ignacio, creador también del concepto «católico» y lo convirtió en sinónimo de falso, sectario, sin fundamento ni credibilidad.

Durante la tercera fase, entre el 250 y el 325, la Iglesia estuvo básicamente ocupada el definir sus relaciones con el poder y en transformar el cristianismo en un factor político de primer orden.

Apostol santiago Hermano de Jesús


El cristianismo en sus orígenes fue un movimiento o secta judaica mesiánica encabezada por Santiago, hermano de Jesús. Hacia la década de los 60 las Iglesias cristianas se habían extendido por todo el Imperio romano, Oriente próximo y Egipto, pero cada comunidad funcionaba de un modo muy peculiar y distinto.

La Iglesia de Roma fue fundada por personas de las que no se tiene ningún dato, pero a mediados del siglo II y a pesar de contar con treinta mil miembros, nadie dejó constancia de que Pedro hubiera estado allí ni de que hubiera muerto junto a Pablo en el incendio de la ciudad por Nerón en el año 64, como afirma la Iglesia católica.

Con la brutal persecución de los cristianos y la derrota de los judíos en su guerra contra Roma y su expulsión a Judea en el año 135, las comunidades judeocristianas se diseminaron, creando diferentes ortodoxias, enfrentadas entre sí y haciendo imposible cualquier linea sucesoria como también afirman los católicos, y ya no dentro del judaísmo que era la linea doctrinal de Jesús, de sus doce apóstoles y de las primitivas iglesias de Jerusalén y Roma, sino dentro del catolicismo romano.

A principios del siglo III, el obispo Hipólito de Roma citaba treinta y dos sectas cristianas enfrentadas entre sí y a finales del IV, el obispo Filastro de Brescia hablaba de 128 sectas más 28 herejías. Los cristianos estaban peleados unos contra otros, tratando de imponer cada doctrina propia al resto de seguidores de Jesús.

El milagro de Constantino el Primer Emperador católico


Todo lo decidió Constantino, apoyando la facción católica. En el 312 y tras someter a Italia y Africa, ordenó que le fueran restituidos todos los bienes confiscados a las iglesias, decidió la disputa entre la Iglesia de los Santos dirigida por Mayorino y la Iglesia católica presidida por Mensurio, en favor de la segunda. De esta manera, el emperador compró voluntades, apoyos, decretos conciliares a medida y sus serviciales jerarcas comenzaron a acumular rápidamente poder y riquezas. En el año 313 con el edicto de Milán, institucionalizó la iglesia. A partir del 315 «cristianizo» las leyes de su Imperio: donó a la Iglesia católica grandes fincas y edificios y les autorizó a recibir herencias, rigorizó el derecho matrimonial, reconoció la jurisdicción episcopal, declaró festivo el domingo y ordenó construir decenas de lujosas iglesias.

En el famoso concilio de Nicea del año 325 reunió a 300 obispos y tras un gran banquete, les «ofreció» firmar un texto redactado por él mismo y les hizo saber que serían desterrados inmediatamente si se negaban a firmarlo. Hubo muchos que abandonaron el Imperio hacia el danubio, pero la mayoría y vendidos a la voluntad arbitraria del emperador, permitieron que impusiera algunos de los dogmas más fundamentales de la Iglesia católica, como son el de la consustancialidad entre el Padre y el Hijo y el Credo de la trinidad. El obispo de Roma ni siquiera fue invitado.

La orgullosa iglesia estatal helenista romana apenas recordaba ya sus raíces judías y en menos de un siglo la iglesia perseguida se convirtió en la iglesia perseguidora. Constantino apoyado por la Curia Romana, un antecesor de la gestapo, propugnó una política fanática de intolerancia hacia los paganos, se castigaban con la pena de muerte la superstición y los sacrificios y se cerraron los templos.

Para disfrute de su magalomanía personal, se refería a sí mismo como «obispo para asuntos exteriores», se hizo denominar «salvador designado por Dios» y «enviado del Señor», que se le diera trato de «nuestra divinidad», mandó tener a su palacio por templo e hizo que se le enterrara como el decimotercer apóstol.

El que fuera tenido por la Iglesia católica como «caudillo amado de Dios», «obispo de todos, nombrado por Dios», «ejemplo de vida en el temor de Dios, que ilumina a toda la humanidad», fue en realidad un emperador que frecuentaba las prácticas paganas, cruel y sanguinario, responsable de masacres de poblaciones enteras, de juegos de circo en los que morían destrozados por fieras u osos cientos de enemigos, que degolló a su propio hijo, estranguló a su esposa y asesinó a su suegro y a su cuñado.



EL DECORADO PAGANO


La imagen de Dios fue femenina hasta el 3.500 a.C. El horror a la esterilidad favoreció historias sexuales truculentas y ya en el Génesis se relatan casos de cómo mujeres estériles ceden a otras mujeres (o hijas) a sus maridos para tener hijos con ellas. Tal es el caso de Abraham o su hermano Najor, las hijas de Lot, Jacob, Tamar, Elcana, …

Del horror a la esterilidad en la antigüedad se pasó a la «intervención divina reparadora» para la consecución de tal fin. No podemos olvidar que hasta hace apenas dos siglos era costumbre matar a toda mujer embarazada de un hombre desconocido, salvo si la madre anunciaba que el padre había sido un dios o un espíritu.

Así la concepción milagrosa pasó a anunciar la venida de un personaje notable y los relatos de anunciaciones son propios en todas las culturas antiguas del mundo. Por ejemplo tenemos anunciaciones en la madre de Chin-Nung o Siuen-Wu-ti en China, Sotoktaïs en Japón, Quetzalcoatl en México, Vishnú en India, Apolonio de Triana en Grecia, Zoroastro o Zaratustra en Persia, Amenofis III en Egipto y un largo etcétera.

Casi todos los fundadores de dinastías en Asia oriental fueron presentados como nacidos de la virgen, eso es, hijos de Dios. Todos los grandes personajes, ya fueran reyes, sabios o aquellos que fueron el centro de alguna religión (como Gengis Kan, Pitágoras, Platón, Buda, Krisna, Confucio o Lao-Tse) fueron mitificados como hijos de una virgen. En la Biblia aparecen también relatos de nacimientos milagrosos en Sansón, Samuel o Juan el Bautista, que culminaron con el nacimiento de Jesús.


Lo mismo ocurre con la aparición de estrellas u otras señales celestes que anunciaban la calidad sobrenatural del recién nacido. Eso mismo sucedió en los nacimientos de Buda, Krisna, el rey Mitríades, Julio César, Eneas, … En el único relato que habla de ello, el del fantasioso Mateo, utilizó esta decoración para autentificar el nacimiento del Mesías.

La tradición de animales adoradores y/o auxiliadores aparecen también en culturas anteriores al cristianismo, como en Rómulo y Remo, Tchu-Mong, Tong-Ming o Heu-Tsi.

La leyenda de Herodes mandando asesinar a todos los niños en Belén, también fue extraído de los nacimientos de Krisna, Moisés, Abraham o el emperador romano Augusto. Todo ello acontecido previamente cuando Zeus quiso matar a su hijo Cronos, que luego le destronaría.


Elegir la fecha del nacimiento de Cristo no sucedió hasta el siglo IV, a cargo del emperador Constantino y el papa Liberio para cristianizar y proscribir toda fiesta pagana, entre ellas el muy popular y difundido culto a Mitra, que también nació de una virgen en una cueva un 25 de diciembre (como Baco o Dionisos), fue adorado por pastores y magos, fue perseguido, hizo milagros, fue muerto y resucitó al tercer día… y donde el rito central era la eucaristía con fórmulas idénticas a las que acabaría adoptando la Iglesia cristiana.

Al situar la Iglesia la Navidad en el solsticio de Invierno también lo hizo coincidir con antiquísimas prácticas religiosas solares. A este culto al Sol al que siempre se le ha relacionado con el padre, la autoridad y el principio generador masculino ya se habían apuntado aparte de Mitra, Horus, Adonis, Dionisos o Krisna, siendo éstos la antropomorfización del Sol y convirtiéndose más tarde en salvadores.

Culto al dios Mitra


La Resurrección de Cristo durante la pascua también tiene su origen en la adoración a Ostara, diosa de la Primavera, fiestas paganas muy arraigadas que la Iglesia una vez más no pudo eliminar, pero sí adaptar a su antojo y conveniencia. También se la hizo coincidir con la conmemoración de la resurrección anual de Adonis y con la Pascua judía, el fin de su éxodo. Además si celebráramos una onomástica, ésta acontecería un día fijo, pero en cambio varía cada año, de acuerdo con la estación, no con un suceso determinado.

En la Alejandría egipcia (cuna de los aspectos fundamentales de la doctrina cristiana) se celebraba un festival dedicado a Isis y al nacimiento de su hijo Osiris, anunciado hacía milenios y que venía precedido por la elevación de una estrella el 6 de enero, al que se hizo coincidir con llegada de los Reyes Magos.

Otra simbología solar pagana, la de la aureola que rodea la cabeza de Cristo, tampoco es original. Ya adornó antes las cabezas de los dioses solares en Egipto, Persia, Grecia, China, Tíbet, Japón, India, Perú, etc., así por ejemplo llevaban halo Ra, Apolo, Buda o Krisna. Y también se les dotó a los primeros emperadores cristianos como Trajano, Antonino Pío, Constantino, Justiniano, etc.

El Dios Apolo Y Jesús

Los cristianos comenzaron a usar la aureola en sus representaciones figurativas (pinturas, estatuas, mosaicos, etc.) solamente entre los siglos II y III d.C. y en una visión exquisitamente laica. Inicialmente, de hecho, se usaba únicamente para enfatizar la importancia política de ciertos personajes, como príncipes y emperadores. Como ya en el ámbito romano, de hecho, las aureolas identificaban a los gobernantes, personajes de gran poder y dignidad terrenal. Jesús o las otras figuras religiosas estaban en vez rodeadas de rayos de luz. Los primeros en llevar una aureola en la esfera cristiana fueron el emperador bizantino Justiniano y su esposa Teodora, quienes en los mosaicos de la Basílica de San Vital en Rávena se representan con sus cabezas rodeadas por un disco de oro.

Después de este debut laico, posteriormente, a partir del siglo IV en adelante, los cristianos comenzaron a usar la aureola para enfatizar la importancia espiritual de ciertas figuras, como símbolo de beatitud y gloria celestial. Al principio, la aureola era un atributo exclusivo de Jesús, de la Virgen y de los ángeles, y solamente más tarde también los apóstoles y los santos merecieron usarla.

El misterio de la Santísima Trinidad también vino de Oriente. Si repasamos la historia de las religiones precristianas, veremos que en casi todas ellas era absolutamente corriente la idea de la trinidad divina, como en Egipto con Osiris, Isis y Horus; en la India con Brahma, Vishnú y Shiva; o entre los romanos con Júpiter, Zuno y Minerva; o los babilonios, caldeos y helenos (Zeus, Poseidón y Hades). Una vez más se acomodaron conceptos paganos de más de dos mil años a esta incipiente religión cristiana

O la cruz, símbolo procedente de la prehistoria y que ha estado presente en todas las culturas del planeta.

Cualquiera que desee comprender a la iglesia católica debe comprender a San Agustín. Este influyente padre de la iglesia que nació en la actual Argelia, legó en el siglo V a la iglesia de occidente la doctrina del pecado original que era desconocida en oriente, y aunque no fue artículo de fe hasta el concilio de Trento en el siglo XVI, consideró que la violencia contra los herejes podía justificarse teológicamente y respecto a las guerras Agustín defendió lo que el calificaba de guerras justas e injustas e incluso enumera las condiciones para que así sea. La más importante es “que se reúnan las condiciones serias y necesarias para tener éxito”. Es decir, si se va a ganar es justa, si no, pues no.

El desafortunado término “jerarquía” se adoptó quinientos años después de la muerte de Jesucristo por parte de un teólogo desconocido que se ocultaba tras la máscara de Dionisio, discípulo de Pablo.

La palabra “cristiano” se utilizó por primera vez en Antioquía, Siria. El término “católico” no se usa en todo en Nuevo Testamento. En oriente las bendiciones nupciales no fueron obligatorias hasta el siglo IX, mientras que en esa época el Papa Nicolás I en Occidente no considera necesaria una ceremonia religiosa. Hasta los siglos XI y XII no se introduce el consentimiento de los cónyuges ante un sacerdote, pero todavía no se considera un sacramento. Solo a partir del siglo XVI en el Concilio de Trento, es posible hablar del matrimonio con un sacramento institucionalizado.

El Nuevo Testamento niega los templos como «casa de Dios» y la misa como «sacrificio continuo y real de Jesús», pero la Iglesia católica dice y hace justo lo contrario. Jesús no fundó la Iglesia y prohibió expresamente el clero profesional y dijo que Jesús-Cristo no puede hacerse presente en la eucaristía ni tiene nada que ver con la misa. Resulta trágico el recuerdo de la noche de San Bartolomé, en 1572 cuando los católicos franceses emprendieron la matanza de miles de sus conciudadanos protestantes que se habían atrevido a negar que Jesús hubiese instituido la misa.

La figura del papa es contraria a lo que predicó Jesús. Los exclusivos párrafos de, una vez más Mateo, donde se «demuestra» que eligió a Pedro como cabeza sobre la que fundar su Iglesia (católica, se supone) fueron falsificados.


El infierno no aparece ni en el Antiguo Testamento, donde se describen con minuciosidad todos los premios y castigos, ni hablaron de el ni Moisés ni ningún patriarca hebreo. Se introdujo al traducir la palabra hebrea Hinnom (un valle al sudeste de Jerusalén donde se habían celebrado rituales en los que se quemaban niños vivos) por infierno, para construir la invención dogmática que más ha aterrorizado a la humanidad en el último milenio.

Durante los cinco primeros siglos, doctores y santos padres como Orígenes, defendieron que la pena del infierno era algo temporal, pero en el primer concilio de Letrán, se impuso como dogma de fe la existencia del Infierno, amenazando con condena y prisión a quienes lo negasen.

La Trinidad es definida por los teólogos como el misterio fundamental de la fe cristiana, pero lo misterioso es que ocupe un solo versículo del fantasioso y manipulado Evangelio de Mateo y que según los expertos fue un añadido posterior. En el Concilio de Nicea se presentaron más de 20 evangelios que sugerían planos trinitarios, pero todos fueron declarados falsos excepto el de Juan. En el concilio de Antioquía (341) la «inspiración divina» se rectificó a si misma y negó lo proclamado en Nicea, aunque otro concilio posterior mantuvo lo contrario y así sucesivamente hasta el dogma actual.

El Credo procede de los años 150-180 d.C. y fue aprobado en el concilio de Nicea. Fue confeccionándose a medida hasta el siglo V y en el X por mandato del emperador Otón el Grande, se introdujo como símbolo del bautismo. El Credo actual se saca de la manga por ejemplo un «descendió a los infiernos» que no se fundamenta absolutamente en nada, ni en el Credo primitivo ni en las Escrituras y haciéndole resucitar «de entre los muertos», matiz ausente del documento original.

La costumbre de arrojarse al suelo de cara a tierra, viene, como no, de Constantino, pero introducida antes por emperadores romanos paganos como Nerón, que ostentó los títulos de emperador, dios y salvador, Augusto, que se hizo llamar mesías, salvador e hijo de Dios, o por César y Octaviano.

Izquierda aproximación por computadora del verdadero rostro de un habitante de Galilea en tiempos de Jesús  . La recreación fue hecha por el artista médico Richard Neave de la Universidad de Manchester para la BBC. Utilizó técnicas forenses para llegar a un personaje más similar a los que vivían en la región de Galilea hace dos mil años,Derecha: actor Robert Powell en su representación de
Jesus de Nazaret filme de 1977. 


LA VIDA DE JESÚS

De la vida de Jesús no sabemos casi nada. No lo nombran ni Séneca ni Plutarco ni los historiadores judíos o romanos, ni siquiera Flavio Josefo que narró meticulosamente todo lo que pasaba en su patria. Las primeras referencias vagas y breves son de Tácito y Plinio en el siglo II y no hablan de Jesús sino de Cristo, cuya leyenda ya estaba en marcha.

Según Lucas nació el 6-7 d.C. y según Mateo el 4 a.C., menos mal que sólo fueron dos los biógrafos canónicos de la infancia de Jesús y uno sólo el Espíritu que les inspiró. A juicio de la mayoría de los expertos nació entre el 9 y el 5 a.C. en Nazaret y fue ejecutado entre el 30 y el 36 d.C. Por tanto vivió de 41 a 45 años y no murió con 33. Se sabe también que pasó mucho tiempo con Juan el Bautista, hasta el extremo de ser tomado como discípulo suyo.

Contra toda lógica, ni Marcos ni Juan citan una sola linea para relatar tan prodigioso acontecimiento sobrenatural que, para los católicos, viene a ser básico de su creencia religiosa, como es el nacimiento de Jesús. Pablo fue muy descreído en sus escritos y los relatos de Mateo y Lucas no concuerdan entre sí.

Al desconocerse el año exacto de su nacimiento, como el resto de fechas relacionadas con su existencia y cuando las crónicas fechan cientos de natalicios, se confirma una obvia suposición: ni durante su nacimiento pretendidamente prodigioso ni durante el resto de su vida ocurrió nada tan notable como para que mereciese ser registrado en una crónica, ya fuese ésta romana, judía, cristiana o pagana, y sólo llamó Jesús la atención mucho después de su muerte, cuando se elaboró la versión mitificada de su vida.

Sobre la resurrección, una vez más el fantasioso Mateo es el único que menta el robo del cadáver de Jesús por sus apóstoles, pagandoles bastante dinero a los guardianes. Hecho absurdo porque si éstos confesaban haberse dejado robar, habrían sido ejecutados de inmediato y no les habría valido de nada el dinero.

Si era tan notorio que Jesús iba a resucitar al tercer día no se entiende como los apóstoles fueron tan incrédulos con la noticia. Si como dice Mateo: «Jesús dando un fuerte grito expiró. La cortina del templo se rasgó de arriba a abajo en dos partes, la tierra tembló y se hendieron las rocas, se abrieron los monumentos y muchos cuerpos de santos que dormían resucitaron y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la ciudad santa y se aparecieron a muchos. El centurión y los que con él guardaban a Jesús, viendo el terremoto y cuanto había sucedido, temieron sobremanera y se decían: verdaderamente, éste era el hijo de Dios», ¡una convulsión como la descrita habría sido la noticia a lo largo y ancho del Imperio Romano!

Jesús, sin embargo no resucitó al tercer día, ya que si fue depositado en el sepulcro al caer la tarde del viernes y el domingo al amanecer ya no estaba, no pasaron más de 36 horas, así que incumplió su reiterada promesa por exceso de rapidez.

Simon Bisley el arte de la Biblia


Respecto a las apariciones de Jesús después de muerto, cada uno cuenta una cosa: Lucas y Pablo excluyen a María Magdalena de entre los testigos de las apariciones, pero para los otros es la primera en verle; según Mateo se aparece en Galilea a los once en un monte, según Marcos alrededor de una mesa y según Juan a siete discípulos en el lago Tiberíades; en Jerusalén según Lucas se les aparece a los once y come con ellos, pero en Los Hechos, del mismo autor, se aparece 40 días, y según Pablo se parece a Cefas, a los doce, a más de quinientos hermanos, a Santiago y a todos los apóstoles y al propio Pablo; respecto a la ascensión, según Marcos, Jesús es levantado a los cielos desde una sala de Galilea, según Lucas en campo abierto, cerca de Betania.

Tantas contradicciones en un suceso tan importante sólo pueden deberse a una pura invención destinada a servir de base al antiguo mito pagano ya descrito.

Virgen en un velo azul – Jean Auguste Dominique Ingres


LA “VIRGEN” MARÍA

María no fue incluida en las oraciones litúrgicas hasta el siglo V, cuando ya se veneraban a todos los santos nombrándoles por su nombre. La primera Iglesia dedicada no se construyó hasta el siglo IV cuando ya había cientos dedicadas a lo santos y hasta Cirilo de Alejandría (431) no se impuso el dogma de la maternidad divina de María. Ni siquiera Pedro y Pablo, los padres de la Iglesia, le dedicaron una sola palabra, incluso hasta el siglo III, se le reprocharon pecados tan graves como «falta de fe en Cristo, orgullo y vanidad».

La «Inmaculada concepción de María» es un dogma de fe que no fue impuesto a los creyentes como tal hasta 1.854 por el papa Pio IX a pesar de ser combatida por supersticiosa por “Padres” tan importantes como Bernardo, Alberto Magno, San Agustín y Tomás de Aquino.

Mateo se armó con un texto de Isaías para demostrar «mas allá de cualquier duda» que Jesús había nacido de una virgen, aunque este pasaje pudo ser también un añadido posterior, declarándola virgen cuando los redactores testamentarios habían dejado de existir. La única otra mención que se hace en la Biblia de la virginidad de María está sacada de Lucas, que como sabemos, se inspiró en los textos de Mateo. Ni Marcos (que redactó el primer evangelio) ni Juan, hacen mención alguna de un hecho tan capital. E incluso Mateo le dedica escasísimas líneas en comparación a otros pasajes de la vida de Jesús menos determinantes. La Anunciación sólo la recoge Lucas.

Resulta más sorprendente que además ninguno de los cuatro evangelistas dejó de mencionar claramente que María tuvo otros hijos además de Jesús, no menos de seis, cuatro hermanos y tres hermanas. Nada menos que en 11 pasajes «inspirados por el Espíritu Santo” se muestra la presencia física de esos hermanos carnales de Jesús, a los que la Iglesia por no poder aceptarlo convirtió en primos.

La Iglesia sostiene que fue célibe, pero en aquella época la tradición judía despreciaba el celibato y es extraño que un célibe pudiera alcanzar alguna credibilidad o prestigio. Lo normal es que cuando empezó a predicar estuviese casado y con hijos y que los abandonara como era costumbre e incluso no estaba mal visto y como hicieron algunos de los apóstoles con sus familias. Sus discípulos le llamaban rabí, es decir rabino y la ley mosaica es tajante: “Un hombre soltero no puede ser rabino”.




LOS MANDAMIENTOS


El decálogo original según el Antiguo Testamento El decálogo según la Iglesia católica

Un primer vistazo nos aporta la evidencia de que la Iglesia modificó a su antojo los mandamientos de Dios para poder adaptarlos a sus necesidades. Desde el primero, ajustado para una época de politeísmos, la Iglesia sobrepasó la intensidad que el propio Dios reclamó para sí mismo, ganando así un instrumento psicológico fundamental para controlar y culpabilizar a su grey con mayor eficacia.

El segundo fue eliminado de cuajo. Recurrió a la astucia de unir el primero y el segundo pero usar sólo el texto del primero, con lo que hizo desaparecer la prohibición de dar culto a imágenes, opción mucho más lucrativa. Conviene recordar que los muchísimos millones de creyentes que profesan religiones surgidas del mismo tronco que la católica (judaísmo, islamismo, protestantismo) y que comparten con ella la base doctrinal de los textos fundamentales del Antiguo Testamento, no creen en la Virgen, ni en los santos y rechazan de un modo tajante cualquier forma de culto, ya sea veneración o adoración de imágenes sagradas. Fue el santo varón Jeremías, inspirado por Dios, quien desde la propia Biblia, calificó a las imágenes religiosas como «espantajos de melonar» y advirtió acerca de su inutilidad.

Respecto al tercero, el catecismo amplía: “Se considera blasfemo recurrir al nombre de Dios para justificar prácticas criminales, reducir pueblos a servidumbre, torturar o dar muerte”. ¿Y qué han hecho ellos sino esto?

El cuarto mandamiento se mantuvo así los cuatro primeros siglos del cristianismo, hasta que Constantino (¿les suena?) en su afán de «cristianizar» el Imperio decretó que el domingo, dedicado a la adoración pagana del divino «Sol Invictus», se convirtiese en día festivo.

Con el séptimo, la obsesa Iglesia católica amplió la prohibición de mantener relaciones fuera del propio matrimonio a todo lo relacionado con la sexualidad humana. San Agustín, padre del catolicismo, que vivió mucho en concubinato y que tomó a una niña de 10 años por novia, confesó: «en la lascivia y en la prostitución he gastado mis fuerzas». Cuando acabó agotado de tanto exceso, reconvirtió sus energías para dedicarlas a una patética lucha contra el placer sexual, al que calificó de «monstruosa, diabólica, enfermedad, locura, pus nauseabunda», … Esa es la mentalidad católica en materia sexual. A los obispos y sacerdotes les pareció siempre más terrible que un adolescente se masturbara, «un pecado mortal que pudre la columna vertebral y condena irremisiblemente al fuego del infierno», que no la explotación de los obreros, el robo o el asesinato.

El apaño posterior para convertir un mandamiento en dos, ya que se saltaron uno, es de lo más descarado, pero no parece importarle a nadie.


Los «Mandamientos de la Santa Madre Iglesia» de nuestro catecismo, son cinco y dicen:


1 – oír misa entera todos los domingos y fiestas de guardar


2 – confesar los pecados mortales al menos una vez al año y en peligro de muerte y si se ha de comulgar


3 – comulgar por Pascua de Resurrección


4 – ayunar y abstenerse de comer carne cuando lo manda la Santa Madre Iglesia


5 – ayudar a la Iglesia en sus necesidades.


También distan mucho de eso que Jesús le dijo a sus discípulos: «Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en pie en las sinagogas y en los ángulos de las plazas, para ser vistos de los hombres. Tu, cuando ores, entras en tu cámara y, cerrada la puerta, ora a tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará. Y orando, no seáis habladores, como los gentiles, que piensan ser escuchados por su mucho hablar».

La clave de los dogmas cristianos consiste en afirmar algo y a la vez su contrario. La ortodoxia de la iglesia eliminó o modificó aquellas expresiones o conceptos que consideraba inaceptables e introdujo aquellos elementos que apoyaban su doctrina o su conducta moral. Según Orígenes “hasta Dios puede mentir” y “ser engañado por Dios es precisamente la felicidad del ser humano”. Demencial.


No cabe duda alguna que la Santa Madre Iglesia católica impone unos preceptos que contradicen la Ley de Dios y además obliga a obrar de manera contraria a la aconsejada por Jesús y Pablo.

También se saltaron a la torera aquello que Jesús dijo también: «Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que entre un rico en el reino de los cielos».


La mentira para la Iglesia católica no significa lo mismo que para el resto de mortales, quizá porque su conciencia descansa sobre la doctrina de la «mentira económica o pedagógica», asentada por su teólogo Orígenes cuando defendió la función cristiana del engaño postulando la necesidad de una mentira como «condimento y medicamento». Eso debe ser.

Está claro que lo que dice la Iglesia católica en su catecismo: «transgredir un mandamiento es quebrantar toda la ley» no reza para ella misma. Ellos gozan de patente de corso para pecar contra Dios vulnerando su Ley, no en balde ella misma ha secuestrado en supuesta exclusiva la prerrogativa de perdonar cualquier pecado.

Concilio de Trento 1545 -1563


La búsqueda de la máxima rentabilidad de los mecanismos rituales de poder y control social, encontró un eficaz instrumento cuando la Iglesia católica medieval (en el siglo IX primero y avalada definitivamente en el XVI por el concilio de Trento) elaboró la doctrina de la transustantación, es decir el poder de los sacerdotes en transformar el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo sin que cambie su aspecto externo. Esto puso ante las masas de creyentes ignorantes y en manos de los sacerdotes un poder tan fascinante como rentable económicamente.

En el siglo XIII la invención del purgatorio (que tampoco aparece en los textos) fue clave para la venta masiva de indulgencias entre los católicos, un escandaloso negocio que alcanzó sus más altas cotas en el s. XVI con la Taxa Camarae.

La Taxa Camarae del papa León X es uno de los puntos culminantes de la corrupción humana. Es una tarifa promulgada en el año 1.517 con el fin de vender indulgencias, eso es perdonar culpas a todos cuantos pudieran pagar. No había pecado por horrible que fuese que no pudiese ser perdonado. En sus 35 artículos (demasiado extensos como para transcribirlos) se contemplan los más horribles delitos. El primero y para abrir boca dice así:

«El eclesiástico que incurriere en pecado carnal, ya sea con monjas, ya con primas, sobrinas o ahijadas suyas, ya, en fin, con otra mujer cualquiera, será absuelto, mediante el pago de 67 libras, 12 sueldos».

Así 34 más. El que pagase podía desflorarse una virgen, cometer bestialismo, entregarse una monja a uno o más hombres, simultánea o sucesivamente o vivir en concubinato. El robo, el incendio, la violación, la sodomía, el asesinato de desconocidos o familiares (si se matan a varios el mismo día se pagará como uno sólo, y descuentos si se es reincidente), los malos tratos, ahogar a un hijo, la herejía, el contrabando, el hijo bastardo, el monje que quiera vivir con menos abstinencia, el ermitaño con una mujer… Todo será absuelto por dinero. Incluso se pagaba por anticipado para poder pecar después. Tope guay.

Papa León X


La iglesia asegura de que la prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros. O sea que ¿envió a su propio hijo, que es él mismo para salvar (de qué?) a unos seres que él mismo ha creado a imagen y semejanza? ¿Este sacrificio ha valido para algo? ¿Somos ahora mejores?


LA MUJER PARA LA IGLESIA CATÓLICA

Jesús en lo Evangelios preconizó la igualdad de la mujer, pero la Iglesia católica se convirtió en apóstol de su marginación social y religiosa. La elección de 12 apóstoles hombres se debió a que Jesús, como buen judío, quería restaurara el nuevo Israel, y la tradición de su pueblo le imponía de forma simbólica elegir a doce (uno por cada tribu de Israel), varones (las mujeres no hubieran representado la tradición) e israelitas (con un gentil ya se hubiera roto la continuidad).

En el Nuevo Testamento la palabra varón y mujer aparece el mismo número de veces, 215. Una mujer y no un varón, Isabel, fue el primer ser humano que proclamó la divinidad de Jesús, fue a mujeres a quien fue revelada en primer lugar la resurrección del nazareno y María de Magdala (inmortalizada en los textos como «mensajera» y distinguida a partir del siglo XII como «apóstola de apóstoles») la primera persona en recibir la aparición de Jesús resucitado y encargada de comunicárselo a los discípulos.

Al contrario que los apóstoles varones, las discípulas galileas no huyeron ni se escondieron durante el proceso de ejecución y entierro del maestro y sólo hubo cuatro mujeres, todas Marías, a los pies de Jesús crucificado. En una charla entre una mujer cananea y Jesús, éste habló por primera y única vez de «fe grande», atribuyéndoselo a una mujer, cuando a Pedro y a los discípulos les había tildado previamente de» hombres de poca fe».


Cuando el hombre tomó el poder, hizo olvidar todos estos episodios. La «ekklesia» cristiana desde el siglo II fue discriminando a la mujer y una vez más, bajo el mandato del emperador Constantino, la Iglesia fue configurándose según el modelo de sacerdocio pagano.

De lo anterior derivan sentencias tan conocidas como la de Haimo d`Auxerre (s. VIII): «En la Iglesia se entiende por mujer quien obra de manera pueril y boba»; la de Graciano en el s. XII: «La mujer no puede recibir órdenes sagradas porque por su naturaleza se encuentra en condiciones de servidumbre»; o de Santo Tomás en el XIII: «La mujer no puede recibir el sacramento de la Orden porque tiene un estado de sujeción» o “la mujer es un defecto de la naturaleza, una especie de hombrecillo defectuoso y mutilado. Si nacen mujeres se debe a un defecto del esperma o a los vientos húmedos”.

La misoginia era escandalosa ya con Pablo a tal extremo que algunos investigadores piensan que era homosexual. En la I Epístola a los Corintios dice por ejemplo que “el hombre es imagen y gloria del Señor y la mujer es gloria del hombre”, “el varón no es sacado de la mujer sino la mujer del varón”, “la voluntad de la mujer está sujeta a la del marido, a el obedecerás”, “si quieren saber alguna cosa pregunten en casa a sus maridos”, “la mujer aprenda callando”, “Adán no fue engañado sino la mujer fue engañada en la rebelión”.


Para San Agustín “la mujer es un ser inferior y no está hecha a imagen y semejanza de Dios”, “corresponde a la justicia que las mujeres sirvan a los hombres”, “el orden justo sólo se da cuando un hombre manda y la mujer obedece”. Para San Crisóstomo “las mujeres están hechas esencialmente para satisfacer la lujuria de los hombres” y “donde está la muerte está el matrimonio, y donde no hay matrimonio no hay muerte”. Según San Ambrosio, otro Padre de la Iglesia “la mujer sólo es fuerte en el vicio y daña la valiosa alma del varón”. Para Honorio de Autum “ninguna mujer es grata a Dios”. Alberto Magno decía “sólo deberían nacer seres perfectos, es decir hombres”. Ya en el Levítico se aseguraba que “el defecto del hombre es mejor que la virtud de la mujer”.

Para Tertuliano “el matrimonio se basa en el mismo acto que la prostitución”. Justino decía que todo matrimonio es ilegal. Orígenes, que se autocastró, califica todo lo sexual de deshonesto. Jerónimo escribe “la relación sexual inhabilita para la oración y los casados no se diferencian en nada de los cerdos”. Clemente de Alejandría dice que “el coito es como una enfermedad perniciosa”. Buenaventura califica el acto amoroso e “corrupto y apestoso”, Tomás de Aquino de “lo más vil y bestial”. Para el Papa León I “no hay ninguna madre sobre la tierra en la que la concepción suceda sin pecado”. Para otro papa Gregorio I “los esposos que disfrutan durante el acto son lo que pervierten el orden correcto” e Isidoro de Sevilla dijo “quien ama a su mujer con pasión, comete adulterio”.

Todavía en el s. XIX se preguntaban los sabios teólogos si las mujeres tenían alma o no. Creyeron también durante siglos que el semen masculino era el único principio activo de la generación. Esta creencia se vio desbaratada en 1.827 cuando se descubrió el óvulo femenino. Laurent Joubert, médico del siglo XVI afirmaba que “el semen por si mismo es indiferente… a menudo degenera en mujer, a causa del frío y de la humedad… y por la sobreabundante presencia de sangre menstrual cruda e indigesta.

La Iglesia católica incluso cambió de sexo en la Edad Media a Junia, considerada apóstola por los padres de la Iglesia, por no poder admitir que una mujer hubiese sido apóstol junto a Pablo y tomada como «ilustre entre los apóstoles».


EL CELIBATO


El cristianismo del año 1.000 ya no es una religión solar y positiva, es un culto a la muerte y al dolor. Ya están listos para crear una ideología, una psicosis basada en el sentido del pecado. Con frases como “ofrece tu dolor a Dios” se intenta localizar en el cuerpo y en el placer la sede del poder del demonio y se desarrolla una sexofobia en masa.

Para conseguir que el pueblo romano, acostumbrado a que la limpieza, desnudez y la sexualidad era algo normal, había que moralizar las ciudades y de paso cargar un poco más contra la mujer. La prostituta que en aquella época tenía cierto prestigio social, fue transformada en intocable y para erradicar la costumbre de ir a los baños los domingos donde hombres y mujeres se ven desnudos y quizá se toquen, no se les ocurrió nada mejor que prohibir el aseo. Las epidemias de peste que por aquel motivo comenzaron y que se llevaron millones de vidas no alteraron la falsa moralidad católica.


La Iglesia católica fue la única iglesia que con fines doctrinales tradujo la palabra «almah» por virgen en vez de por «doncella», como así hicieron otros traductores en otros textos cuando aparecía esa palabra o en otras Biblias simplemente no católicas.

Con los obispos, diáconos, … ocurrió tres cuartos de lo mismo, traduciendo (sólo en el caso de la Iglesia católica) la palabra «esposa creyente» por «hermana», llenándoles de parientes que no tenían y eliminando a sus mujeres y la relación conyugal normal que mantenían con ellas para así imponer el celibato.

Al igual que Galileo cuando fue condenado por la Santa Inquisición en 1.613 exclamó: » Y sin embargo es la Tierra la que se mueve alrededor del Sol», los hermanos no son primos aunque se empeñe la Iglesia.

El celibato obligatorio es un mero decreto administrativo impuesto en el s. XVI que carece de fundamento evangélico ya que la tradición judía obliga a todos al matrimonio y desprecia el celibato.

Las primeras normativas acerca de la sexualidad vienen de Constantino, pero hasta el concilio de Nicea (365), no hubo decreto alguno en materia de celibato. Desde entonces se fueron creando más y más decretos en los sucesivos concilios para dominar a la masa clerical. Los hijos e hijas de los clérigos fueron perdiendo sus derechos de tal forma que en el sínodo de Toledo del año 655, se dictó que los hijos de los sacerdotes “no sólo no deben heredar de sus padres o de sus madres, sino que pasarán a ser esclavos de la Iglesia de por vida”.

Desde el concilio de Pavía (1.020) los decretos asegurándose que ningún hijo bastardo pudiera reclamar los bienes de sus progenitores, son tan extensos como cuidadosos, asegurándose con ello que sus posesiones nunca saldrían de sus dominios. Tras el segundo concilio de Letrán en 1.139, el matrimonio de los sacerdotes se consideraba a priori nulo, sus esposas concubinas y los hijos de los sacerdotes se convirtieron oficialmente en esclavos. A partir de entonces se promulgó una ley obligatoria y universal para el celibato.

Pero en el s. XII seguía siendo tan habitual que los clérigos tuviesen concubinas, que lo obispos acabaron por instaurar la llamada «renta de putas», que era una cantidad que los sacerdotes tenían que pagar cada vez que transgrediesen la ley. Como eran todos los que pagaban, incluso tenía que hacerlo el que defendía su pureza, ya que el obispo no se lo creía afirmando que era imposible el no mantener relaciones sexuales de ningún tipo.

En los siglos XIII y XIV los burdeles solían estar al lado de las iglesias, pues no sólo se toleraban “para prevenir males mayores”, sino que producían pingües beneficios a las arcas vaticanas.

El concilio de Basilea (1.431-1.435) intentó poner fin a este caos, y en el concilio de Trento, el papa Paulo III, que era padre de varios hijos naturales, implantó los edictos definitivos que ya intentaron en el concilio de Letrán del año 1.123.

Los papas del Renacimiento mantuvieron el celibato para su iglesia con mano de hierro pero vivían en la lujuria más licenciosa. Tres ejemplos bastarán: Sixto IV defensor del dogma de la “Inmaculada concepción” dispensó favores a numerosos sobrinos y favoritos, ordenó cardenales a seis parientes, incluyendo a su primo Pietro, uno de los despilfarradores más escandalosos de la curia romana quien murió a causa de sus vicios a la edad de 28 años. Inocencio VIII reconoció públicamente a sus hijos ilegítimos y celebró con esplendor sus matrimonios en el Vaticano. Alejandro VI Borgia tuvo cuatro hijos con su amante e hijos con otras mujeres cuando era todavía cardenal.

Tumba de Inocencio VIII


El celibato promueve un instrumento de control que permite ejercer un poder abusivo y dictatorial, convierte al clero en una masa de mano de obra barata (un sacerdote célibe es más barato de mantener que el que pudiese formar una familia), de alto rendimiento, dotado de movilidad geográfica y de una sumisión y dependencia jerárquica absoluta. Se mantiene a la masa recluida e inculta y se evitan las herencias, excepto para ellos mismos.

La iglesia llegó a ser dueña de la tercera parte de las tierras de Europa. A primeros de este siglo controlaba en España un 40% del capital y hoy en día El Vaticano con cuarenta hectáreas de extensión es el Estado económicamente más poderoso de la tierra y el mayor terrateniente privado del mundo.


LA INQUISICIÓN



Jesús predicó sobre todo el AMOR, y la Iglesia lo leyó al revés ROMA, dedicándose desde entonces a su conquista, a conseguir el poder que tenía y representaba. Un imperio donde un emperador podía nombrar senador a su caballo o violar a su madre, y donde se podía provocar la muerte de 40.000 hombres en un solo mes en el Coliseo.

Desde Juan VIII (873) hasta Silvestre II (1003) se sucedió seguramente el periodo más negro de la historia de la iglesia. Se sucedieron 33 Papas y 4 antipapas, diez de éstos murieron asesinados, muchos fueron encarcelados o exiliados y pocos gobernaron apenas unos días. Mediado en siglo XI, el Papado había llegado hasta tal punto de decadencia, que incluso Benito IX llegó a vender el pontificado a Gregorio VI, su padrino.

Jesús había prometido un reino donde los últimos serán los primeros y ante tanta corrupción a la que siempre ha apoyado la iglesia surgen a principios del siglo X en toda Europa auténticas iglesias alternativas, grupos de fieles que predican y aplican la comunidad de bienes, la fraternidad y rechazan la autoridad eclesiástica. Las jerarquías de la Iglesia y los nobles, que a menudo era lo mismo, se emplearon a fondo contra esos movimientos exterminando poblaciones enteras en una lucha despiadada contra la herejía.

Se comenzó en el siglo VII primero contra los arrianos, los iconoclastas (que rechazaban el culto a las imágenes como dice el segundo mandamiento), los paulicianos (que veneraban los escritos de San Pablo) o los bogomitos (paulicianos que predicaban la igualdad social). Los herejes monfortinos hacia el 1.028 eran culpables de muchos delitos: practicaban la castidad aunque estuvieran casados, ayunaban y eran vegetarianos, pero lo peor es que ponían en común sus bienes. O los patarini, movimiento social y religiosos desarrollado en Milán hacia el siglo XI contra los abusos del arzobispo Guido, señor de Milán. Todos ellos fueron perseguidos y quemados a centenares.

A principios del siglo XIII el Papa se había convertido a todos los efectos en un soberano más, uno de los más potentes, firmaba tratados, hacía y deshacía alianzas, mandaba ejércitos a la guerra, … marcando el punto máximo del poder político con Inocencio III.

Durante siglos Roma había frenado cualquier reforma o cualquier intento de cambio, evolución o modificación, pero después de los decenios de 1.170 y 1.180 dos grandes movimientos disidentes centrados en la penitencia y en la pobreza se desarrollaron hasta suponer una amenaza para el sistema romano: de un lado los cátaros o albigenses venidos desde los Balcanes y dedicados desde un estricto ascetismo a una predicación itinerante a la manera de los apóstoles y de otra los valdenses que surgieron como una hermandad de ascetas laicos en trono al rico mercader Valdo de Lyon que distribuyó sus riquezas entre los pobres.

La iglesia respondió con la condena a los “herejes” y dada la popularidad que iban obteniendo, Inocencio III decidió exterminarlos iniciando una cruzada contra ellos. Obispos, papas, reyes y emperadores iniciaron la persecución y prepararon el terreno para lo que llenaría muchas de las páginas más terribles de la historia de la iglesia con el terrorífico nombre de La Santa Inquisición.

Inocencio III dio el primer paso para su creación, en el concilio de Tolosa en 1.229 se instituyeron oficialmente los tribunales de la Inquisición e Inocencio IV completó el cuadro adjudicando el derecho a la tortura. Influencia masiva tuvo también el Emperador Federico II, quien en sus edictos estipuló la muerte en la hoguera como castigo a la herejía.

Se nombraron inquisidores papales sobre todo entre las órdenes mendicantes para que siguieran el rastro a los herejes. Los condenados debían ser entregados a un tribunal para una muerte cruel o por lo menos para que se les cortara la lengua.

La persecución contra los cátaros duró 20 años y terminó en 1.229 con más de un millón de muertos. Los valdenses no fueron completamente exterminados hasta 1.561.

A partir del año 1.000 y hasta mediados del siglo XIII la atención de la Iglesia estuvo concentrada sobre todo en las herejías como la cátara o la valdense, pero las cosas cambiaron cuando se creó la Inquisición.

 Persecución y quema de los cataros


Se torturará y matará de forma horrenda sólo por sostener que Jesús y los apóstoles no poseían nada. Incluso bastaba tener una Biblia para ser sospechoso de enemigo de la iglesia, y si ésta estaba traducida en vulgar, es decir en un lenguaje comprensible para el pueblo, la condena por herejía estaba asegurada, no fuera a ser que se enterasen de lo que Jesús decía.

El pueblo de Steding en Alemania, se negó a reconocer la jurisdicción temporal del arzobispo de Bremen. Fueron por ello declarados herejes y el papa Gregorio IX lanzó una cruzada contra ellos en 1.234, acabando con sus 11.000 habitantes. Los herejes que iban apareciendo junto a sus seguidores seguían el mismo camino: Jacopone da Todi, Guglielma la Bohemia, los apostólicos, llamados así los seguidores de Gerardo Segalello de Parma, Fray Dolcino, los Begardos y Beguinas, los Lolardos, Jan Hus, el lutero de Bohemia, Girolamo Savonarola. A veces la herejía en un tiempo dejaba de serlo en otro, el caso más notable fue el de Juana de Arco, quemada en la hoguera en 1.431 y santificada después en el siglo XX.

Bastaban los rumores sobre una persona para iniciar la instrucción, y una vez ahí el acusado debía demostrar su inocencia. En el manual del inquisidor de Eymerich se describen astucias como la de hacerse pasar por loco. El aconseja torturar al loco, “porque si no lo está difícilmente continuará su comedia cuando sea presa del dolor”.

Tomas Torquemada


En España la inquisición se inició en 1.482 por iniciativa del rey Fernando y sólo el gran Inquisidor Torquemada mandó a la hoguera a más de diez mil “herejes”.

La maquinarias inquisitorial funcionaba tan bien que empezaba a estar necesitada de “clientes”. Durante todo el siglo XIV y el XV se sucederán en inquietante crescendo, tratados sobre la brujería que irá poco a poco abonando el campo para el siguiente exterminio. Una bula papal de Inocencio IV en 1.484 marcó el inicio de la caza de brujas y brujos. Apoyada por un tratado “el martillo de brujas” reproducido con la nueva técnica inventada por Gutemberg y que llegó a ser un best-seller de la época, las brujas, se dirá, son una autentica secta que lucha por la destrucción de la iglesia. El objetivo es claro: si las brujas son por definición herejes, fácilmente los herejes (y también los judíos) son por definición brujos. Esta caza puede leerse también como una gigantesca guerra del poder masculino contra el femenino y las últimas formas de matriarcado.

Uno de los objetivos era arrebatar a las mujeres el poder de curar enfermedades y asistir a partos. Este poder debía ser confiado al monopolio de la casta masculina de los médicos. En el tratado se afirmaba que “nadie hace mayor daño a la iglesia que las comadronas”. De hecho la mayoría de las víctimas eran mujeres y normalmente de condición humilde. El resto moriscos y judíos no conversos acusados de mantener sus prácticas paganas.

Las cifran hablan de muchos cientos de miles de torturas y ejecuciones sólo en este último periodo inquisitorial, entre el siglo XIV y el XVIII.



Pero la evolución es imparable y la Reforma (con la que, entre otras, cosas se intentaba anteponer la “palabra de Dios” a la de los papas) amenazaba nuevamente con cambiar las cosas, el pensamiento y la razón propugnaban un cambio de paradigma.

El sacerdote Martín Lutero a comienzos del siglo XVI protestó contra las indulgencias, negó la autoridad jurisdiccional del papa, de algunos sacramentos y del celibato, sostenía que era derecho de todo creyente leer e interpretar las escrituras, tradujo la Biblia al alemán y lanzó un movimiento que dividió irremediablemente el occidente cristiano, el luteranismo. La Reforma de Lutero divide Europa en dos, los estados católicos y los protestantes. La mayor parte de los Estados alemanes septentrionales se alinearon con Lutero y los meridionales permanecieron junto a Roma. Juan Calvino creó años después la otra gran confesión reformada que también se propagó por Europa, el calvinismo.

En el concilio de Trento se quiso poner freno convirtiendo Europa en la segunda mitad del siglo XVI en un campo de batallas de fe y guerras de religión. En Italia y España los pequeños grupos de protestantes fueron reprimidos pero en Francia se libraron 8 guerras civiles contra los hugonotes, llamados así los calvinistas franceses. Tres mil protestantes fueron masacrados en París en una sola noche, la noche de San Bartolomé. El papa Gregorio XIII bendijo a los asesinos católicos. El total de hugonotes muertos en París y provincia fue de 25 a 35.000 y se cuenta que en tres días fueron convertidos al catolicismo 60.000 calvinistas franceses. En los países bajos la lucha contra España por sus libertades duró más de ocho años.

Alemania quedó asolada por la primera guerra moderna, la guerra de los 30 años entre católicos y protestantes. En 1.618 contaba con casi 21 millones de habitantes. En 1.648 eran apenas 13 millones. Según un historiador de la época, Polisensky, calculando la alta mortalidad infantil y la poca duración media de la vida en esa época, en total resultaron afectados por el conflicto 100 millones de personas.


También se luchó a partir del XVI contra los anabaptistas que rechazaban el bautismo y de los que sobreviven algunas comunidades en América donde tuvieron que emigrar. Los unitaristas negaban el dogma de la Trinidad y su principal exponente, Miguel Servet, fue quemado en la hoguera a mediados del siglo.

La iglesia anglicana nació gracias a Enrique VIII, el de las seis esposas. Cuando trató de conseguir una anulación para volverse a casar y se le negó desde Roma, el Parlamento inglés lo nombró único jefe supremo de la iglesia de Inglaterra, permaneciendo autónoma desde entonces.


LAS CRUZADAS


La noticia de que Jerusalén había caído en manos turcas dio el pretexto necesario para desencadenar la “guerra santa” contra los “infieles” a finales del siglo XI.

Se incitó a los sustratos sociales más pobres a buscar fortuna en oriente y se prometían indulgencias plenarias, aplazamiento en el pago de deudas y el perdón de los pecados.

Los ejércitos cristianos que marchaban rumbo a Palestina, sin provisiones y sin campamentos organizados a menudo saqueaban poblaciones enteras cristianas que atravesaban durante el viaje, dejando un rastro de muerte y destrucción, como sucedió por ejemplo ya en la I Cruzada, llamada la de los Pobres, por estar formada por gente sin recursos, que en 1.096 a su paso causó la mortandad de 4.000 personas sólo en la ciudad húngara de Zemun. Luego fueron atacados por las tropas del gobernador cristiano de Constantinopla y 5.000 de estos cruzados salvajes murieron para ser exterminados totalmente más tarde.

En el mismo año, el conde alemán Emich de Leinsingen la emprendió contra los judíos, exterminando a un millar en Magonza.

También les devolvieron la moneda al contingente del noble alemán Gottschalck, cuyos 10.000 hombres fueron destrozados por los mismos cristianos que habían sido atacados.


La I Cruzada oficial, todo en el mismo año, sí llegó hasta Antioquía y no se detuvo hasta haber matado al último turco, ya fuese hombre o mujer. La escena se repitió en el 1.099 en Jerusalén. La máxima fue la de no dejar a ningún hereje con vida. Sólo esta primera cruzada costó la vida a más de un millón de personas.

La II Cruzada en 1.144 fue exterminada por los turcos cerca de Damasco.


La III en 1.187 se convocó a causa de la caída de Jerusalén en manos turcas. El famoso soldado kurdo Sala al-din, había logrado reunir a Arabes y Musulmanes que habían estado bastante divididos y enfrentados, en un único objetivo, recuperar Jerusalén. Y lo había conseguido. Pero a diferencia de lo que antes hicieran los cristianos en la primera cruzada cuando la reconquistaron, Sala al-din ordenó que se les perdonase la vida a los prisioneros y se les diera la oportunidad de convertirse al Islam. No cometió ninguna masacre como si hicieron sus predecesores «cristianos» en el nombre de Dios. Como ellos decían: «Dios lo quiere así».

Al enterarse de la noticia, el entonces Rey inglés Ricardo Corazón de León se abalanzó con su ejercito para volver a recuperar la tierra santa para ellos, los buenos. A pesar de que llegó hasta allí y conquistó varias ciudades, nunca arremetió contra Jerusalén por miedo a no conquistarla con su mermado ejército y sabiendo que aunque lo consiguiera, al cabo de poco tiempo se irían dejando un pequeño grupo en su defensa que sería muy vulnerable y volvería a ser conquistada por sus habitantes, como era lógico. Al fin y al cabo eran extranjeros en tierra extraña y hostil. Con ese panorama y sin haber atacado Jerusalén ni tan siquiera haberlo intentado, Ricardo dio media vuelta y volvió a Inglaterra a defender su trono, que por cierto estaba peligrando porque en su ausencia su hermano se lo estaba queriendo quitar. Buen rollito entre hermanos cristianos.

La IV Cruzada se desvió de rumbo y tomo al asalto la cristianísima Constantinopla, saqueándola y exterminando a gran parte de su población.

En 1.212, en la I Cruzada de los niños, aproximadamente 30.000 niños centroeuropeos enfervorecidos por la propaganda de la época y tras el fracaso de la Cruzada anterior, partieron solos con su limpio corazón como única arma y su fe como único escudo hacia Tierra Santa.

Esta quizá fue la más increíble y patética de todas. Esteban un niño de 12 años de un pueblo francés, tuvo una «aparición» en la que Dios le pedía que fuese de nuevo a salvar su patria de los impuros herejes. En ese entorno de fervor religioso, en pocas semanas logró reunir a su ejército de niños de entre 5 y 12 años que huían de sus casas para unirse a el. Con la promesa echa a Esteban de que el maná les caería del cielo y les alimentaría en su penoso viaje, entre 25 y 50 mil niños se juntaron y emprendieron el viaje a pie.

La cruzada de los niños

Por supuesto el alimento nunca llegó. Los niños muertos de hambre y sed iban arrasando los pueblos y los cultivos por donde pasaban, sembrando el miedo y la confusión. De los cerca de 30 mil que parece emprendieron el viaje, sólo 1.500 llegaron a Marsella para embarcar. El resto murió de hambre, frío o abandonó la marcha. Una vez en la costa, los niños se pusieron a rezar para que, como también le había prometido la «aparición» a Esteban, las aguas se abrieran y pudieran cruzar sin problemas el Mediterráneo rumbo a Oriente. Como tampoco pasó nada, al cabo de varias semanas de oración, los niños que quedaban se enrolaron en diferentes embarcaciones rumbo a Turquía. 3 naves se hundieron en las costas de Córcega y los que llegaron a destino fueron vendidos como esclavos a los Turcos. Todo un éxito.

Hubo una segunda cruzada de los niños, que esta vez sólo estaba compuesta por 20.000 con idéntico resultado.

La V, VI, VII y VIII cruzadas no tuvieron mucha importancia, si no fuera por las muertes que causaron.

Así terminan 200 años de guerras inútiles que no impidieron que Jerusalén permaneciera en manos de los musulmanes.

Tomás de Aquino


LA INQUISICIÓN CULTURAL

La sabiduría de los teólogos se basa principalmente en la ignorancia de los demás y la iglesia desde sus orígenes consideró que poseía el monopolio absoluto de toda la verdad. El apologista Justino afirmaba a mediados del siglo II que “cualesquiera verdades que hayan sido dichas pertenecen a los cristianos” y Tomás de Aquino decía que “el afán de conocimiento es pecado cuando no sirve al conocimiento de Dios”.

Buda decía que el único pecado que existe es la ignorancia y así es como la iglesia ha querido mantener al pueblo, para de esta manera ejercer más fácilmente su control.

La Inquisición dejó paralizadas las bases de la investigación científica durante más de 1.500 años. Aristóteles ya se consideraba peligroso y problemático y los papas promulgaron prohibiciones sobre la lectura de sus obras.

No se permitía la más mínima libertad de pensamiento ni de expresión. En 1.564 condenó a muerte al médico Andrés Versalio, fundador de la anatomía moderna, por haber abierto un cadáver y haber afirmado que al hombre no le falta la costilla con que supuestamente fue creada Eva.

Giordano Bruno fue quemado en 1600 y Galileo sólo fue perdonado tras reconocer sus “errores”. Su condena propagó una atmósfera de temor de tal manera que por ejemplo Descartes pospuso indefinidamente la publicación de su obra “Sobre el mundo o tratado del hombre” que no vería la luz hasta 14 años después de su muerte.

Un gran número de los espíritus más representativos de la modernidad europea se incluyeron en el índice de libros prohibidos a los católicos. Junto a Copérnico y Galileo estaban por ejemplo los padres de la filosofía moderna Descartes y Pascal, los empiristas Hobbes, Locke y Hume, también Kant, Rousseau y Voltaire, John Stuart Mill, Dumas, Balzac, Flaubert y Zola, Sartre, Simone de Beauvoir, etc…


LAS CONQUISTA DE AMÉRICA Y ÁFRICA


El exterminio de civilizaciones como la inca, maya o azteca estuvo siempre de la mano de la iglesia que llego con los conquistadores Españoles cuando Colon se cruzo por casualidad con América ya que su destino era encortar una ruta mas corta para comerciar con la India . La masacre se distinguió por estar “bendita por Dios”. Hay testigos de que el verdugo iba siempre con un sacerdote a su lado.




En Mexico la población pasó de 25 millones en 1.520 a menos de un millón y medio en 1.595. Habían exterminado el 95% de la población local. Al comienzo del siglo XVI la población del continente americano estaba alrededor de los 80 millones de personas. A mediados del siglo XVII se había reducido a 10. Dado que la población del planeta era de 400 millones, en un siglo habían acabado con la quinta parte de la población mundial.

Otros 80 millones de nativos perecieron entre el siglo XVII y el XX, también por las epidemias que llevaban con ellos, como la peste o la viruela, que mataron decenas de millones. Todorov decía: “el hecho de que mueran como moscas es señal de que Dios está de parte de los conquistadores”.

La escena se repitió con pocas variaciones en el caso de la conquista inglesa del continente norteamericano. De los 10 o 12 millones de nativos que vivían en el actual territorio de los EE.UU. quedaban apenas 250.000 en 1.900. Y había curas bendiciendo los Winchester que diezmaron a los nativos americanos.

Puede calcularse que entre el siglo XVI y el XX perdieron la vida 150 millones de personas, 2/3 por las epidemias y el resto por actos de violencia, esclavitud o tratos inhumanos.

Portugueses en el Congo


La primera conquista colonial del continente africano se obtuvo en 1.344 cuando el almirante De la Cerda, por orden del papa Clemente VI conquistó las canarias. Los aproximadamente 80.000 guanches fueron el primer pueblo al que se exterminó totalmente.

Después hacia finales del XV los portugueses comenzaron a penetrar por las costas de Angola y Guinea. Como siempre los conquistadores estaban bendecidos por los misioneros que avisaban a las tropas si el pueblo al que habían ido se mostraba hostil con ellos o no querían ser evangelizados.

Desde inicios del siglo XVI los sacerdotes organizaron una trata de esclavos por su cuenta. En 1.650 la compañía de Jesús poseía tal cantidad de esclavos que impresionaba incluso a los portugueses. Como en América se estaban quedando sin mano de obra, había que buscarla en otro sitio.

Se habla de al menos 20 millones de personas deportadas a América. Para ellos, la expectativa de vida en el momento de la llegada era de 7 años, siete años de fatiga y miseria. Por cada uno que llegaba a América como esclavo, nueve morían durante la captura o el viaje.

Antes de la llegada de los blancos, en Africa tenían su propio sistema sanitario muy extendido a base de hierbas y minerales. Todas estas práctica se pusieron fuera de la ley para garantizar el monopolio sanitario de las misiones. En lo concerniente a la educación, borraron de un plumazo milenios de historia africana para educar a los negros en la superioridad blanca, mediante el látigo y el palo. Muy cristiano. En el siglo XVIII se habían exterminado a 25 millones de africanos desde el inicio del tráfico de esclavos.


En total podríamos estar hablando de 190 millones de muertos.


En 1.914 el 90% de Africa pertenece a las potencias coloniales europeas, que confían el control de la educación a los misioneros cristianos. En 1.960 en las 100 misiones católicas de las colonias portuguesas, no existen universidades para negros, el 80% de los niños en edad escolar no va a clase, incluso la asistencia sanitaria es casi exclusiva para blancos.

En 1.964 y después de la independencia y la sustracción del monopolio de la enseñanza a las misiones, el analfabetismo en Ghana pasa de golpe del 85 al 25%.


LA MODERNIDAD

Las cosas no han ido cambiando mucho con el paso del tiempo. Incluso y tras la Revolución francesa, la toma de la Bastilla y la “Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano” en 1.789, Pio VI declaró nula la constitución de 1.791 y amparándose en una “revelación divina”, rechazó la “abominable filosofía de los derechos del hombre”, especialmente la libertad religiosa, la libertad de conciencia y de prensa y la igualdad entre los seres humanos.

En el siglo XIX el estado pontificio era el más retrógrado de Europa, en él el papa clamaba contra el ferrocarril, el alumbrado a gas, los puentes colgantes, etc.

La infalibilidad papal (que quiere decir que el papa no se equivoca nunca) fue impuesta en el siglo XIV por un excéntrico franciscano, Pedro Olivi, y vinculó a todos los papas posteriores de modo irrevocable. Pero esta doctrina de la infalibilidad y la irrevocabilidad de las decisiones papales, fue condenada por Juan XXIII poco después como “obra del diablo y padre de todas las mentiras”. Pio IX la retomó de nuevo en 1870: “el papa posee el don de la infalibilidad en sus propias decisiones solemnes sobre el magisterio. Estas decisiones solemnes son infalibles en base al apoyo especial del Espíritu Santo y son intrínsecamente inmutables”. Menos mal que tras las protestas y escisiones en el seno de la iglesia, el siguiente papa León XIII con un poquito más de vista, renunció a reclamar la infalibilidad.

Pio IX


La encíclica del papa Wojtyla “Veritatis splendor” insiste en que desobedecer al Papa no sólo es algo pecaminoso, herético y cismático, sino también irracional e inhumano. Dice: “Existe una moral humana natural, que es natural por ser racional, y por tanto, velada en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, y confiada a la tradición apostólica; es decir, a los papas, como únicos intérpretes autorizados de esa verdad. Ergo, desobedecer al Papa es contra natura”. O sea, más de lo mismo.

Menos mal que Dios en su infinita bondad perdonará a este pobre hombre que en sus manos tuvo el poder de frenar el SIDA en el mundo católico pero que consideró que usar el presenvativo era algo abominable y condenó con ello a la enfermedad y a muerte a no quiero pensar cuántos miles de creyente. Pero en cambio ahora lo quieren beatificar. Lamentable.

También afirmó recientemente en otra encíclica que resulta que ahora el cielo y el infierno no existen, que consisten simplemente en estar en presencia de Dios o en ausencia del mismo. Tantos siglos diciéndonos una cosa y ahora resulta que nos dice que no es verdad. ¿Pero no eran infalibles?

En otro de los infinitos errores de la iglesia, la exitosa misión católica a China en los siglos XVI y XVII sufrió un parón por una disputa sobre los ritos. A partir de ese momento se decretó que cualquiera que en el futuro deseara convertirse en cristiano o seguir siéndolo, debía renunciar a ser chino.

No faltan ejemplos de personajes como el del ambicioso cura Jose María Escribá, que de pronto y por indudable influencia económica, juntó sus nombres llamándose entonces Josemaría, para lograr que existiera uno nuevo santo en el santoral, ennobleció su apellido transformándolo en Escribá de Balaguer, sin duda mucho más rimbombante y adquirió el título de Marqués de Peralta. Entre las excelsas virtudes que le han llevado a los altares, no está seguramente la humildad.


Hasta este momento con el recientemente fallecido papa Juan Pablo II y tras el concilio Vaticano II, la Inquisición estaba funcionando a toda máquina, de otra manera claro, especialmente en contra de los teólogos morales norteamericanos, centroeuropeos, los teólogos africanos y latinoamericanos de la liberación y los representantes asiáticos del diálogo entre las religiones.


Pio XII, el hombre que tras la II gran guerra excomulgó a todos los miembros del partido comunista en el mundo, no se le ocurrió hacer lo propio con los “católicos” Hitler, Himmler o Goebbels.

Tampoco puede silenciarse el papel jugado por la iglesia en el apoyo no sólo al nazismo, al fascismo o al exterminio de judíos, sino en las matanzas de la guerra civil española y en el apoyo de gran parte del clero cristiano a las dictaduras más infames del planeta. Siempre ha habido sacerdotes bendiciendo a los torturadores y los escuadrones de la muerte en Chile, Grecia, Perú, Bolivia, Argentina o Indonesia.

Ni siquiera Juan Pablo II excomulgó a los causantes de la “guerra preventiva” en Irak. El poder y la Iglesia, siempre de la mano.


Con todo lo expuesto no es de extrañar que en los últimos cuarenta años transcurridos desde el Concilio, los asistentes a las iglesias hayan disminuido en dos tercios, los bautismos a la mitad y el números de candidatos al sacerdocio esté en mínimos históricos con los escándalos de por medio de abusos por parte de sacerdotes de la Iglesia en la ultima década se hayan destapado y una iglesia bajo el escrutinio publico después de todo podría decirse que la iglesia tendrá que cambiar o desparecer como tal.

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